domingo, 25 de octubre de 2009

Clases particulares

Parece mentira como un simple aroma puede lograr que miles de imágenes pasadas, de recuerdos se te agolpen en un instante en la cabeza.

Estaba tomando unas copas con unas amigas cuando de repente noté que alguien se me acercaba por detrás y, tapándome los ojos, me decía al oído: “Hola… ¿sabes quién soy?”. Por un momento traté de zafarme de su mano, pero sentí su aliento en mi cuello y ese olor… ese aroma… me bloqueó. Oía las risas de mis amigas, la música del pub, a lo lejos. Mi mente comenzó un viaje en el tiempo, guiada por ese aroma. De repente me dio un vuelco al corazón al llegar al destino y aterrizar en aquellas lejanas escenas. “Carlos… Carlos”… susurré, apretando con fuerza la mano que me tapaba los ojos…



Carlos. Cómo olvidarte, guapo. De nuevo me dejo guiar por ese aroma… y viajo… y llego al verano del 97.

Primer año de facultad. Primer año de auténtico desmadre y primera bronca de mis padres cuando llegué a casa en Junio con las notas. Tras echarme la charla me castigaron a un verano de clases particulares con el pelmazo de Carlos, el sobrino del socio de mi padre. Conocía a Carlos desde niños. El típico empollón, pedante y resabiado. Era cuatro o cinco años mayor que yo. Guapete, pero un verdadero pelmazo. Así que intuí un verano de auténtica pesadilla

Carlos llegaba cada mañana a casa justo cuando mis padres se marchaban a trabajar. Yo, en chándal y aún con las legañas en los ojos, me lo encontraba sentado en el salón, con los libros sobre la mesa. Tan repeinado, con sus gafitas de empollón, tan serio. Me daba muchísima rabia, no le hacía ni caso y casi dormitaba mientras intentaba explicarme el manejo de aquellos números.

Me aburres” le dije un día… Me miró con perplejidad… “¿Perdona?”Que me aburres”, repetí, mirándole de reojo. Se quitó las gafas y me dirigió una mirada de sorpresa. “¿No podemos hacer otra cosa? ¿Hacerlo de otra forma? Anda… porfa…” Le miré con cara de zorrita adolescente… “Vamos un ratito a la piscina y luego seguimos estudiando”. Me dijo que no. Aunque en sus ojos pude ver una sombra de duda, de ganas de dejarse llevar por la tentación de un poco de diversión. Puse morritos de niña enfadada y volví a los libros, comenzando a urdir la forma de convencer a aquel gafitas… Tenía claro cómo hacerlo… lo había visto en sus ojos.

Me lo encontré a la mañana siguiente, en la misma postura de siempre. Salí de mi habitación descalza, con un pantaloncito corto y una camiseta de tirantes con un escote de vértigo. Tragó saliva cuando me vio. Tragó más saliva cuando me incliné sobre la mesa, casi enseñándole las tetas. Siguió tragando saliva con cada movimiento sinuoso de mi culo sobre la silla… Pero no dijo ni mu. Y yo caliente como una perra. “Qué aburrido eres, Carlitos”, le dije cuando se marchaba.




Al día siguiente probé con un vestidito. Con más escote si cabe que el día anterior, sin sujetador, nuevamente descalza. Ni caso a ninguno de mis movimientos insinuantes, a mi forma de morder el boli con cara de lolita cachonda, a mis suspiros de aburrimiento… Probé a subir mis piececitos por sus piernas. Y entonces ocurrió. Cerró el libro con violencia, se quitó las gafas y agarrándome el pie derecho, me miró y me dijo: “¿Qué es lo que quieres? ¿Esto?” Me agarró el pie con fuerza y comenzó a frotarlo contra su polla, por encima del pantalón. Frotaba y frotaba, tirando de mi cuerpo hacia abajo, escurriéndome en la silla, notaba en la planta de mi pie su polla dura. Miraba sus ojos cerrados, su gesto contraído, el movimiento de sus manos bajo la mesa, sus dedos clavándose en mi pie. Y entonces se corrió, noté su espasmo en mi pie, atrapado entre sus piernas. Abrió los ojos, se puso las gafas y sin decir palabra, recogió sus cosas y se marchó, dando un portazo.

Me dejó completamente descolocada. Sabía que estaba jugando con fuego, pero no esperaba una reacción así por su parte, tan violenta, tan llena de rabia. Me sentí un poco culpable aunque reconozco que me puso muchísimo y pasé la tarde super excitada recordando su polla dura, y me masturbé un par de veces agarrándome los pies… No sabía si vendría o no al día siguiente y la idea me perturbaba…

Cuando salí al día siguiente de la habitación, me lo encontré sentado en la mesa del salón, como cada mañana. No tenía las gafas puestas y olía diferente. ¿Se había perfumado para mí? Me sentí un poco cohibida cuando me miró fijamente, y me subí del todo la cremallera de la chaqueta del chándal…

No, bonita, no…” me dijo, levantándose “Tú has comenzado este juego… así que vamos a seguir jugando”. Me arrinconó contra la mesa y me bajó la cremallera, dejando mis tetas sólo cubiertas con el sujetador, al aire.

Bien… vamos a ver a que saben estos pezones. Siéntate en la mesa”. Me puse a mil al escucharle darme órdenes. El pelmazo de Carlitos, con su carita de pánfilo, se deshizo de mi chaqueta y de mi sujetador y metiéndose entre mis piernas comenzó a comerme las tetas con una lengua prodigiosa. Lamía, se paraba en mis pezones, mordiqueándolos… “Así te gustan las clases, ¿niña? ¿Así no te aburres?” Yo no podía más que gemir ante aquella situación morbosa, ante aquella lengua que me recorría el cuerpo como una culebra, reptando hasta mi garganta, llenando de saliva mis pezones, mi ombligo… Aquel aroma de perfume nuevo, aquel pelo revuelto que se acercaba a mi entrepierna completamente empapada… “¿Quieres seguir jugando, niña?” Le dije que si, levantando el culo lo suficiente como para bajarme el pantalón… Se deshizo de la prenda en un solo movimiento… Y con otro más me quitó las bragas, dejándome completamente desnuda, sólo con mis calcetines puestos, sobre la mesa… Me empujó, casi con violencia, hasta tumbarme… Cerré los ojos, jadeando, anticipando la comida de coño que iba a hacerme. Me tapé la cara con un brazo y esperé con ansia su boca en mi clítoris… Pero no llegaba.

Levanté un poco la cabeza y le vi sentado en la silla, con los pantalones por los tobillos, pajeándose mirando mi coño abierto… Mi coño, que palpitaba ansioso de lengua, hambriento de polla, mi clítoris hinchado, esponjoso… Comencé a acariciarme excitada con la imagen de su masturbación, mirando su polla, brillante con las primeras gotas de su semen, miré su cabeza inclinada hacia atrás, su boca abierta, y vi como se corría, derramando su leche sobre su torso desnudo…

Paré de tocarme, esperando su reacción. ¿Qué haría ahora? ¿Se vestiría deprisa y se marcharía dando un portazo como hizo ayer? Se repuso de su orgasmo y me miró con su cara de siempre… y entonces me dijo: “Ahora te voy a comer el coño hasta que te corras como la zorrita que eres. Y después vas a aprenderte el tema uno como si te fuera la vida en ello. ¿De acuerdo?” No pude más que musitar un sí… no me dio tiempo a más… Su lengua tomó posesión de la situación, lamiendo todo mi coño, desde el clítoris hasta el culo, parándose en mi agujerito, abierto, lleno de jugos, bebiéndoselos. Lamiéndome con toda su lengua, arriba, abajo, arriba abajo… y follándome con ella… dentro, fuera, dentro, fuera… sorbiéndome y tragándose toda mi humedad.



Me corrí como no me había corrido antes en mi vida, agarrándole por el pelo y apretando su cara contra mi coño, sepultándole entre mis piernas, casi ahogándole mientras me retorcía, desnuda, entre libros y apuntes…



(Continuará...)

5 comentarios:

  1. Hola:

    Un blog muy interesante, sugiere con muy buen gusto.

    Suerte

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  2. Bienvenido ivan, gracias por pasarte! Besos

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  3. No hay cosa mas excitante que un lobo con piel de cordero.

    Me ha puesto super cachondo tu relato

    un millon de besos

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  4. Hola Lujuria, me ha encantado tu blog, he leído a deseo y a ti, los dos me parecéis unas excelentes plumas eróticas.
    Este relato me ha hecho recordar, yo también he viajado en el tiempo, por uno muy buenos momentos...
    Volveré a verte, me he sentido muy bien leyendo tu blog, mi cuarto ha subido de temperatura, jeje.
    Un beso

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  5. sexodetodo.net... pitusa, ¿verdad?

    Muchas gracias de parte de deseo y mías. Espero que sigas pasando buenos momentos por aquí.

    Te esperamos en el callejón. Besos

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